¡Gracias por estar aquí, apreciable amig@!
En la entrada anterior te dije que absolutamente todos los objetos que constituyen el universo conocido están hechos básicamente de sensaciones. También te dije que, a primera vista, eso parece muy ilógico pues las sensaciones sólo pueden existir si son creadas y percibidas, pero no pueden crearse ni percibirse a sí mismas.
Este problema es muy similar a aquel con el cual se enfrentó Descartes cuando descubrió su cogito, ergo sum, ¿lo recuerdas? Él creía que lo único realmente real, aquello de lo cual no podía dudar ni por equivocación, eran sus propios pensamientos. Pero también sabía que los pensamientos no pueden existir si no hay alguien que los construya. Entonces, se preguntó: ¿quién elabora mis pensamientos? Lógicamente, contestó que él mismo lo hacía, pero, ¿de qué estaba hecho él?
Descartes no tuvo más remedio que reconocer que, si él mismo existía realmente, debía forzosamente estar hecho de pensamientos ya que, según su propia tesis, éstos eran los únicos elementos que tenían existencia legítima en el universo. Los pensamientos con los que él estaba hecho eran elaborados por Dios, así que, según Descartes, los pensamientos humanos y, principalmente los de Dios, eran los elementos básicos con los cuales estaba elaborado todo el cosmos.
El único problema con esa conclusión es que, según el filósofo francés, los únicos entes que pueden pensar -la res cogitans o espíritu humano y Dios- son totalmente inmateriales pero sus pensamientos constituyen las cosas materiales.
Ahora bien, yo no digo que los pensamientos, pero sí, que las sensaciones son los elementos que constituyen todos los objetos que componen el universo. Eso, como dije antes, es muy semejante al problema que enfrentó Descartes y parece llevarnos directamente al fondo de un callejón sin salida. Pero, a deferencia del creador del cogito, yo tengo un as bajo la manga, mismo que conocerás en la próxima entrada.
¡Muchas gracias por tu atención!
La TAC o Teoría de la Artificialidad Cósmica es una nueva tesis filosófica cuyos principios implican que el universo carece de cualidades y que las que parece tener son las que nosotros le concedemos. Se trata de una filosofía práctica que nos enseña a sacarle más jugo a la vida.
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