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lunes, 5 de diciembre de 2011

Entrada # 14

¡Bienvenid@ amig@ visitante!


En la entrada anterior te dije que me disponía a averiguar de qué están hechas las cosas que constituyen el universo y que son susceptibles de ostentar cualidades. 
Bien, todos sabemos que existen objetos concretos y cosas abstractas. Los primeros no son más que trozos de materia que poseen algunas cualidades; las segundas son básicamente conceptos o ideas de las cuales solemos creer que son completamente inmateriales, lo cual es lo mismo que suponer que están hechas de nada.
Ejemplos de cosas abstractas son precisamente las cualidades o atributos de los objetos. Éstas parecen aparecer de la nada y, por tanto, podrían estar hechas de nada. Si tenemos unos cuantos trozos de madera, por ejemplo, -los cuales están claramente hechos de materia- y los unimos convirtiéndolos en una mesa, adquieren por ello ciertas cualidades que antes no tenían. Esas nuevas cualidades de la madera podrían ser la utilidad y la belleza, por ejemplo. Es decir, una mesa puede ser más útil y más bella que un pequeño montón de trozos de madera.
  Todos estamos seguros de que una mesa es totalmente palpable y que sus cualidades son absolutamente intocables. Esto último se debe a que las cualidades son básicamente ideas y éstas, desde lugo, son abstractas e intocables. Pero, ¿podemos estar seguros de que las cosas abstractas son totalmente inmateriales? Si revisas la lista de postulados de la TAC, que está en la entrada número cuatro de este blog, encontrarás que el postulado número cinco implica que la respuesta a esa pregunta es negativa. Esa propuesta nos dice que  en el universo no existe nada que sea totalmente inmaterial.
Esta implicación no es fácil de explicar, pero voy a intentar hacerlo.
  Nuestros sistemas perceptivos son semejantes a muchos de los detectores artificiales que se han inventado hasta ahora en que, al igual que éstos, sólo pueden detectar algunos de los cambios que sufre la energía con la cual están en contacto. Un termómetro atmosférico, por ejemplo, sólo puede detectar algunos cambios en la energía del aire que está en contacto con él. Algo muy semejante ocurre con nuestros sistemas sensorios. Nuestros ojos, por ejemplo, no distinguen nada cuando la energía luminosa que los afecta no sufre ningún cambio.
Los científicos que entienden de eso nos dicen que, mientras los usamos, nuestros ojos están en constante movimiento involuntario. Esto es así porque, como dije antes, para que podamos ver es indispensable que la luz que cae sobre nuestras retinas sufra constantes cambios y el movimiento de nuestros ojos provoca por lo menos pequeñas modificaciones relativas en esas ondas electromagnéticas.
  Creo que por el momento ya tengo que despedirme, pero seguiré con esta explicación en la próxima entrada.
¡Te agradezco mucho tu visita! 

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